Traducí mis textos


Ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, nos íbamos por ahí a la caza de sombras, a comer papas fritas sentadas en balcón, fumando y delirando abrazos que tal vez jamás existieron. Como en mi película favorita, jugábamos a besarnos junto a las barcazas del canal Saint-Martin. Con ella yo sentía crecer un aire nuevo, los signos fabulosos del atardecer o esa manera como las cosas se dibujaban cuando estábamos juntas.Hoy la miro y en su vibrante sonrisa habitan canciones que solía cantarme cuando nadie miraba, pero siempre algún oído torpe y enamoradizo prefería escuchar. Y juntas ahora convertimos todo en una aventura. A ella le gusta, me lo dice a veces cuando ya nada le interesa y cree amarme sin límite alguno. Incluso ir al supermercado se convierte en una aventura. Siempre reímos por tonterías, porque en la risa conocemos lo peor de ambas, lo mejor de estar juntas. A mí me encanta hacerla reír, y no nos preocupamos por los demás, porque lo único que queremos es estar juntas. Siempre estar juntas.
El amor que sentimos no se iguala, no se compara, se siente, y sólo se siente cuando estás completa y fabulosamente embobada con su caricatura de un final feliz. Cuando sentimos que nada es lo mismo sin la otra, me recuerda que si caímos en picada es porque, a veces, fuimos nubes con la mente, porque, en muchos casos, siempre estuvimos amándonos, aún sin conocernos.